12 de octubre: Más Allá del Mito — Un Análisis del Descubrimiento, la Herencia de Roma en América y el futuro común.

Cada 12 de octubre conmemoramos un evento que cambió el mapa del mundo y redefinió el curso de la historia humana: la llegada de Cristóbal Colón a América.

Pero para comprender verdaderamente su significado, es necesario despojarse de los mitos y analizar los factores geopolíticos, científicos e ideológicos que impulsaron a España a lanzarse al océano y que moldearon la naturaleza de su expansión.

1. La Tierra no era plana: el debate detrás del viaje de Colón

Contrario a la caricatura popular, en el siglo XV nadie educado en Europa creía que la Tierra era plana.
El conocimiento de su esfericidad era un legado bien establecido desde la Grecia clásica: Eratóstenes había calculado su circunferencia con notable precisión en el siglo III a. C.
La duda de la Corona española sobre el proyecto de Colón no se centraba en la forma de la Tierra, sino en su tamaño, los científicos de la época calculaban el diámetro del planeta en 40,000 Km. Ellos sabían que Asia estaba demasiado lejos para ser alcanzada navegando hacia el oeste. Tenían razón.

Colón, un navegante audaz pero un cosmógrafo deficiente, cometió una serie de “errores afortunados” en sus cálculos para hacer su proyecto viable sobre el papel.
Su argumentación se basó en una selección interesada de fuentes:

– Adoptó la estimación más pequeña de la circunferencia terrestre, propuesta por Ptolomeo.
– Sobreestimó enormemente la extensión de Asia hacia el este, basándose en Marino de Tiro y Marco Polo.
– Interpretó erróneamente los cálculos del astrónomo persa Al-Farghani, suponiendo que usaba la milla romana en lugar de la árabe, más larga. Este error “encogió” el planeta en un 25 %.
El resultado fue un planeta peligrosamente pequeño, donde Japón parecía estar a la vuelta de la esquina: pasando las islas Canarias.

La decisión de los Reyes Católicos de apoyar a Colón, en el mismo año en que culminaban la Reconquista con la toma de Granada, fue una apuesta geoestratégica de alto riesgo.
Impulsados por la necesidad de competir con Portugal, que controlaba la ruta africana hacia las especias, decidieron financiar un plan que sus propios expertos consideraban una locura matemática.

2. La conquista a la romana: alianzas, asimilación y misión

Una vez encontrado el continente, España no improvisó un modelo de conquista desde cero.
Aplicó el manual del imperio más exitoso de la historia: Roma.
La península ibérica, Hispania, había sido una de las provincias más romanizadas, y su legado estaba profundamente arraigado en la mentalidad española.

Esta herencia romana se manifestó de varias maneras:

– Política de alianzas:
La idea de que un puñado de españoles sometió a imperios de millones es algo militarmente absurdo, es un mito.
La conquista fue, en gran medida, una serie de acuerdos y guerras civiles indígenas catalizadas y lideradas por los españoles.
Hernán Cortés no conquistó a los aztecas: lideró una rebelión masiva de pueblos sometidos, como los tlaxcaltecas.
Francisco Pizarro llegó al Perú en plena guerra civil inca entre Huáscar y Atahualpa, y supo aliarse con las facciones descontentas.
Esta estrategia de divide et impera (divide y vencerás) era puro pragmatismo romano.

– Asimilación de élites:
En lugar de destruir toda la estructura de poder local, España reconoció y cooptó a la nobleza indígena, a los caciques y curacas se les reconocieron y otorgaron privilegios, títulos y funciones administrativas.
Era más eficiente integrar a las élites que aniquilarlas: una lección bien aprendida de Roma.

3. Una misión civilizadora:
Roma justificaba su expansión como una misión de ley, orden y civilización para los “bárbaros”.
España, un reino Católico, encontró en la evangelización un propósito de existencia, ya había traido de vuelta la fe a su territorio original y ahora la expandiría en el Nuevo Mundo.
Su misión en América no solo fue integrar políticamente a todos los pueblos nativos, los cuales, la mayoría de las veces ni se conocían entre ellos, ni tampoco elevar su nivel cultural y tecnológico o aprender de ellos cosas nuevas, menos aún dedicarse únicamente al comercio. España tenía la misión de llevar la fe verdadera y la civilización cristiana a los pueblos recién integrados al reino.

4. El nacimiento de una nueva civilización: la Hispanidad

El resultado final no fue ni la aniquilación que denuncia la leyenda negra, ni la epopeya sin mancha de la leyenda rosa.
Pero, a fin de cuentas, este proceso tuvo muchas más luces que sombras, fue algo mucho más profundo y duradero que un simple evento histórico: fue el nacimiento de una nueva civilización.
La Hispanidad es el fruto de este encuentro, a veces violento pero siempre intenso.
Es una cultura mestiza, nacida de la fusión de cosmovisiones, religiones, tecnologías y sangres.

El español que se habla en América —enriquecido con miles de vocablos indígenas—, el sincretismo religioso que integró al culto Católico algunas costumbres nativas, la gastronomía que mezcla el trigo, la cebada, el cordero y el cerdo con la papa, el tomate, el maíz y el ají, y, sobre todo, la población mestiza que conforma la mayoría del continente, son el testimonio vivo de ese legado.

El 12 de octubre marca, por tanto, el inicio de un proceso impresionante, pero sobre todo fundacional. Comprenderlo en toda su complejidad —reconociendo tanto la violencia como la creación—es esencial para entender la identidad de cientos de millones de personas hoy.

5. La Hispanidad ante el Futuro y el Concepto de Reunificación

El análisis histórico de la formación del mundo hispánico inevitablemente conduce a una reflexión sobre su estado actual y su porvenir. La herencia de una lengua común, una historia entrelazada y una base cultural compartida se extiende por decenas de naciones en múltiples continentes. Sin embargo, esta vasta comunidad civilizatoria se presenta en el escenario mundial de forma fragmentada. Esta realidad ha llevado a ciertos analistas y pensadores a plantear la conveniencia de una mayor integración, argumentando que la separación actual limita el potencial colectivo.

Desde esta perspectiva, se sostiene que las naciones hispánicas —sean estas de tamaño considerable como España, México, Argentina, Perú o Colombia, o de menor dimensión demográfica o económica— poseen un peso individual limitado en la arena geopolítica. En contraste, una unión hispánica de naciones, actuando como un bloque cohesionado, representaría una de las principales potencias mundiales, con capacidad para influir decisivamente en los asuntos globales.

Los argumentos a favor de una mayor integración se articulan en varios ejes estratégicos:

Ventajas Diplomáticas y Geopolíticas: Un bloque hispánico unificado dispondría de un peso diplomático formidable. Se postula que reclamaciones de soberanía territorial, como las que conciernen a Gibraltar y las Islas Malvinas, contarían con el respaldo de una potencia global. Asimismo, las naciones americanas podrían negociar en los foros internacionales y en sus relaciones bilaterales con otros gigantes, como Estados Unidos y Canadá, desde una posición de paridad y fuerza, en lugar de una de subordinación.

Potencial Económico: La propuesta a menudo contempla la creación de un mercado común que abarque a más de 500 millones de personas. Esto facilitaría el libre flujo de capitales, bienes y trabajadores, incentivando la inversión interna y generando economías de escala. La posibilidad de establecer una moneda común y fuerte fortalecería el bloque frente a la volatilidad financiera internacional y crearía un entorno de estabilidad y mayores oportunidades económicas para todos sus ciudadanos.

Cohesión Cultural y Social: Se argumenta que la separación actual es una condición artificial, producto de las contingencias históricas de los últimos dos siglos, mientras que la unidad representa un estado más natural y coherente con una herencia de más de trescientos años de historia compartida. Fortalecer los lazos no solo potenciaría la influencia cultural de la hispanidad en el mundo, sino que también fomentaría un sentido de pertenencia y destino común.

En conclusión, el legado del 12 de octubre no es solo una historia del pasado, sino también un punto de partida para contemplar el futuro. La cuestión que se plantea es si la civilización hispánica, actualmente fragmentada en múltiples estados-nación, podría encontrar en una mayor unidad la clave para alcanzar su pleno potencial en el siglo XXI. Para los defensores de esta visión, la reunificación no sería sino la reanudación de un proyecto histórico común, adaptado a los desafíos y oportunidades del mundo contemporáneo.